Lux Lisbon, la turista accidental, es una periodista catalana
de 32 años que cuenta todo lo que para ella ha supuesto Marruecos, acompañando sus palabras con fotos tomadas por ella misma en algunos de sus viajes...
"Tengo el armario lleno de botellas de Sidi Ali. Es como un ritual, pues marcan cada vez que he vuelto de Marruecos. Sin una gota desperdiciada, habiendo exprimido el tiempo al máximo, habiendo vivido las horas y los minutos con toda la intensidad de una vida bien vivida. Habiendo vibrado, soñado, reído y amado. Y en mi cabeza suenan y bailan las palabras… erham mualdyn, zouina, tasa nou, tnisitas g lman, mzian, bzaf, imik s mik….yallah yallah!
Hace ya más de cuatro años que bajé al moro por primera vez. Aterricé en Marrakech, y aquel primer día de un caluroso agosto de 2009, lo odié profundamente. Pero sólo fueron las primeras 24 horas. Luego, empezó mi viaje, mi verdadero viaje. Comenzó mi historia de amor, mis idas y venidas en cada estación durante los años que siguieron (ya ni sé cuantos sellos tengo en mi pasaporte). Y así nació mi adoración por Marruecos, con todos sus pros y contras; como dicen, pa’ lo bueno y pa’ lo malo, pero de corazón.
Allí he sido feliz, realmente feliz, sin casi nada, sólo lo necesario. Suficiente. Unas alfombras en el suelo, una cocina de camping gas y calentando el agua cada mañana para la ducha. Los mejores desayunos de mi vida, las mejores comidas, la mejor compañía. Me encanta comer en grupo y del mismo plato, sabe infinitamente mejor y es ideal para las carcajadas. Las risas moras, que brillan como las de ningún otro sitio, su sentido del humor y alegría. Y esos ojos negros profundos que miran directamente, abiertamente, atravesándote, erizándote el pelo.
Adoro levantarme con los primeros rayos de sol y despedirme de ellos en los paseos al atardecer, una costumbre marroquí que practico con pasión. Dejarme bañar por aquella luz, aquel color del sol que no existe más que en África (el sol africano, definitivamente, es distinto). Me encanta ir al mercado y oír los berridos de la gente, como si estuvieran enfadados, incluso no me importa que se me cuelen, que casi siempre lo hacen porque eso de respetar la cola no les va. Y las especies, mmm... Poner comino, jengibre, paprika o ras al hanout en casi todas las comidas. Los maravillosos tagines de mis amigos, que cocinan delicias, mucho mejor que un chef con estrella Michelin cualquiera. Y el pan casero envuelto en una mantita. Y mi adorado batido de aguacate. El paraíso existe, hamdullah.
Los perfumes de las mujeres y los tatuajes de henna, sus pijamas, caftanes y pañuelos de colores. Las llamadas a la oración y su melodía; siempre las recibo esbozando una sonrisa y respirando profundamente pensando que estoy de vuelta otra vez, emocionada. Ay… La música sonando por todos lados. Descubrir a Fatima Mernissi, Abdellah Taïa o Mohammed Chukri. Pasear por los campos de rosas y amapolas en mis visitas a Kelaat M Gouna, y los canales, en donde acabo siempre patosamente metiendo de lleno el pie. Recoger dátiles en los palmerales de Hassi Lbid y subirme a la gran duna para ver la puesta del sol. Allí me siento conectada con el mundo, con la tierra. Vibro con ella, en su misma longitud de onda. Jugar con mis niñas marroquíes a seguir rey, hacer el payaso, reírme hasta quedarme sin respiración. Helarme de frío con el viento huracanado del invierno en Essaouira, pero compensarlo con unas sardinas fritas y un te caliente en el pequeño Restaurant Berebere; eso si no quiero ensuciarme los pies mientras regateo (que se me da fatal) pescado en el mercado para un tajine más. Salir por las noches de verano en Agoudal, en donde sólo las estrellas y la luna son mis farolas, y adorar llevar una chaqueta de abrigo. Es verano, pero estamos a 15 grados en el Atlas. Bendito Marruecos, aquí cualquier cosa es posible.
Mi Marruecos. Un gusanito en el estómago que de vez en cuando me recuerda que lo necesito, que lo hecho de menos, qu’il me manque enórmement. Porque es allí donde aprendí, crecí y viví muchísimas cosas que nunca antes pensé que viviría. Y es que mi imaginación nunca alcanzó tan lejos. Lo que se perdía…
Hasta muy pronto, inchallah."
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Todo marruecos, al menos lo que conozco q no es poco... pero claro, teniendo en cuenta el territorio tan grande e inmenso q es, tú conocimiento de la zona se queda "venido a menos." TODO marruecos,absolutamente todo, se merece mi respeto y emoción. Sobre todo de los bereberes q es lo que más conozco, a falta de diferenciar a los tuaregs y los saharauis y demás vecinos de la zona.. Fijo q los conozco. Pero reconocer, lo que se dice reconocer, sólo a los bereberes y en especial a los del desierto. Al menos eso creo...
ResponderEliminarEsta gente de piel curtida de tormentas de arena y sol caliente, de idas y venidas en su búsqueda incesante de un buen sitio para vivir, esos nómadas q montan y desmontan sus casas como caracoles q van y vienen en sus pasos tranquilos y su marcha pausada sabiendo que "vosotros tenéis el reloj, nosotros el tiempo.." Y qué verdad tan grande!!
Personas llenas de amistad y familiaridad , de amabilidad y cercanía "·marhaba", de risas y sonrisas a veces destartaladas a veces inmaculadas en la medida de sus capacidades...
Con esas miradas de ojos negros intensos y pestañas kilométricas de vivencias vividas y por vivir, de sueños soñados y por soñar , q te invitan a un té de menta hecho bajo un improvisado fuego en medio de la nada, en medio del todo, no hace falta nada más...
Así lo siento, así lo vivo y así lo muestro,como ellos me muestran su dia a dia , lejos de todo juicio y prejuicio..lejos de mucho y cerca de nada...lo tiene todo y lo saben...
Así, así... , simplemente así... se me antoja ver así a los vecinos de Erg Chebbi, con esas dunas naranjas al amanecer y rojas al atardecer.. en mi Merzouga del alma entre dunas de fina arena, cribada de tanto viento...
Hospitalidad, color, calor, frio, alegría, humanidad, chilaba, joroba, naturaleza, seco, húmedo , risa, emociòn, aroma, olor, menta, arena, sol,estrellas, paz, inmensidad, tranquilidad, bullicio,oración, rezo, espiritualidad, todo y nada....volver...siempre.
Todo ésto y mucho más me han hecho sentir...su gente y amabilidad no tiene precio...!!
Y los bereberes auténticos conocedores de su tierra, transmiten toda esta emoción...Les encanta enseñar sus costumbres y cultura y eso te llega fuerte, muy fuerte y agarrado al pecho.. con la sensación de que hay que volver, siempre!!
Incha Allah.. y quiere, claro que quiere, me consta q así es. Bslama
La verdad es que, a pesar de viajar cuatro veces al año a Marruecos, no he tenido aún tiempo de ver todos los rincones maravillosos que me ofrece este país, y que estoy convencida que, como bien dices, es tan fantástico y estupendo como lo que ya he tenido suerte de conocer. Suelo quedarme casi siempre por el sur, aunque también conozco el centro y este del país, y siempre que puedo paso por costa, montaña y desierto, sitios que en algun momento hicieron huella en mí. Aunque, finalmente, lo que me empuja a ir allí no es tanto el hecho de hacer turismo, sinó de estar lo máximo que puedo con mis amigos y mi família marroquí, que con su forma de ser me han robado el corazón.
ResponderEliminarY toda la razón, con esta sensación de que hay que volver siempre :)