28 de noviembre de 2013

EL PECADO DE EUROPA

[…] El caso es que hace ciento veinte años los gobernantes europeos se sentaron ante el mapa de África, como buitres alrededor de una presa, para repartirse el dominio de un continente que no era de ellos, en el cual vivían mas o menos pacíficamente unos pueblos relativamente civilizados, organizados políticamente dotados de una religión, unos valores y una cultura propios, aunque en algunas regiones estaban muy golpeados por las secuelas del trafico de esclavos en siglos anteriores. Los gobiernos europeos se apoderaron de esos territorios para extender su poder y y dirimir sus conflictos en esa parte del mundo, y sobre todo para beneficiarse de sus riquezas naturales (que resultaron ser mayores de lo que en el siglo XIX se pensaba). El reparto de África constituyó una serie de actos conscientes, deliberada y alevosamente injustos, con el agravante de abuso de fuerza y mendacidad. Si eso no es un gran pecado, es en todo caso una enorme vergüenza, una mancha enorme sobre el libro de tareas de la cultura y civilización europeas. La conferencia de Berlín, el espíritu que la animó, los motivos reales que la impulsaron y sobre todo sus secuelas constituyen hoy uno de los hechos más bochornosos de la historia de la Europa moderna.


Hoy nos es muy difícil entender cómo fue posible que el tráfico de esclavos de África se llevara a cabo, en su mayor parte, por cristianos. La esclavitud tendría que ser lo más contrario a una religión cuyo fundador proclamaba la libertad para todos los hombres y mujeres de la tierra, a los que en principio considera iguales y semejantes a Dios. La aceptación de la esclavitud por parte de los cristianos se basa en el concepto maniqueo, que está presente en todas y cada una de las religiones, de que los paganos, o no creyentes, no tienen derechos, mientras que los religiosos, los creyentes, los tienen todos. Los creyentes, sin embargo, son los instrumentos providenciales para la salvación de los infieles, por eso, en aras de su salvación, se les puede hacer la guerra, conquistar, expoliar, esclavizar, vender y comprar, con tal de que se tomen las medidas oportunas para convertirlos a la verdadera religión y así salven sus almas, aunque sea sobre las ruinas de sus cuerpos.
África, pecado de Europa - Luis de Sebastián

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