Ana, María José, Mercedes, Carmen, Gloria, Vanesa, Almudena, Encarna, Begoña, Julia... Ellas ya no hablan. Porque están muertas. La prensa dice que se murieron, pero es mentira. Fueron asesinadas. Algunos te dirán que esos que las mataron son enfermos, para que encima te compadezcas de ellos. Otros te dirán que son alcohólicos, incluso drogadictos, para que los entiendas un poco mejor. Pero, por desgracia, no son nada de eso. No son enfermos. Son machistas, porque la víctima siempre es su pareja. Son hijos sanos del patriarcado. Son el fruto de lo que han mamado, de lo que han vivido y de lo que les han enseñado. Un maltratador no se hace en dos días. Uno no se levanta una mañana y se sorprende a sí mismo diciendo: "¡Qué agresivo me he levantado hoy con mi mujer!" Un machista es el producto de años de silencio, de desigualdad, de privilegios y de falta de educación.
A veces pienso en ellas. Me las imagino mirándonos por un agujerito, desde ese cielo que ya tenían ganado, y observándonos en nuestro día a día. ¿Qué pensarán cada vez queven que, ante un comentario machista, no sólo no contestamos sino que encima soltamos una sonrisilla forzada de aprobación para evitar meternos en líos? O cada vez que comprobamos cómo se nos usa como reclamo sexual, en todo tipo de situaciones, mientras miramos a otro lado. O cada vez que le hablamos a nuestras niñas como si fueran princesas tontas y a nuestros niños como si fueran futuros superhéroes. O cada vez que llamamos "piropo" a una agresión verbal. O cada vez que llamamos "ligar" al acoso sexual. O cada vez que insultamos a una mujer por no ser una persona obediente. O cada vez que no les plantamos cara cuando se nos infravalora sólo por haber nacido mujeres. O cada vez que usamos nuestras redes sociales para cualquier cosa menos para cosas útiles. Es cierto que no somos culpables de la situación de desventaja en la que se nos quiere hacer vivir, pero sí somos responsables de seguir alimentando a un monstruo que nos devora a todos cada día.
Ellas ya no hablan. Porque están muertas. Otras, porque este año las van a matar. ¿Y tú? ¿Por qué no hablas?
A veces pienso en ellas. Me las imagino mirándonos por un agujerito, desde ese cielo que ya tenían ganado, y observándonos en nuestro día a día. ¿Qué pensarán cada vez queven que, ante un comentario machista, no sólo no contestamos sino que encima soltamos una sonrisilla forzada de aprobación para evitar meternos en líos? O cada vez que comprobamos cómo se nos usa como reclamo sexual, en todo tipo de situaciones, mientras miramos a otro lado. O cada vez que le hablamos a nuestras niñas como si fueran princesas tontas y a nuestros niños como si fueran futuros superhéroes. O cada vez que llamamos "piropo" a una agresión verbal. O cada vez que llamamos "ligar" al acoso sexual. O cada vez que insultamos a una mujer por no ser una persona obediente. O cada vez que no les plantamos cara cuando se nos infravalora sólo por haber nacido mujeres. O cada vez que usamos nuestras redes sociales para cualquier cosa menos para cosas útiles. Es cierto que no somos culpables de la situación de desventaja en la que se nos quiere hacer vivir, pero sí somos responsables de seguir alimentando a un monstruo que nos devora a todos cada día.
Ellas ya no hablan. Porque están muertas. Otras, porque este año las van a matar. ¿Y tú? ¿Por qué no hablas?