Esta madrugada otro hombre ha matado a su pareja, esta vez en Santa Perpètua de la Mogoda (Cataluña). Apenas tenía 34 años y la ha acuchillado en mitad de la calle. O es suya o no es de nadie, ya sabéis. Le había denunciado por malos tratos el año pasado y el castigo que recibió fue "no te acerques a ella a menos de 500 metros, ¿vale?". Los malos tratos siguieron, volvió a denunciarle el mes pasado, y el castigo que recibió fue "no te acerques a ella a menos de 1000 metros, ¿eh?". Y así, mientras la ley esperaba a sumar otros 500 metros, el machismo no esperó. El machismo - incluido el institucional - sigue matándonos, día tras día, sin que a nadie parezca importarle demasiado. Y ella ya está muerta. Desde anoche y para siempre. Se ha normalizado tanto la situación que ya no somos mujeres, somos cifras en los informativos. Mujeres que "aparecemos muertas", no asesinadas. Con razón dicen que somos el sexo débil; si nos acuchillan, nos tiran por la ventana, nos disparan, y nos morimos solas. Cuatro, doce, veinticinco... Números detrás de los cuales hay nombres, dramas, sueños, miedos, viajes, ilusiones, trabajos y vidas que ya nunca más serán. Nunca. Porque él así lo quiso. Porque a él así se lo permitieron.
Ahora sí, descansa en paz, amiga. Nosotras, en tu nombre y en el de todas a las que os arrancaron la voz, seguiremos dando guerra. Te lo prometo.
Ahora sí, descansa en paz, amiga. Nosotras, en tu nombre y en el de todas a las que os arrancaron la voz, seguiremos dando guerra. Te lo prometo.
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