Ella es Sofía, una joven española de 23 años que fue a Marruecos por primera vez en Julio del año pasado para hacer un mes de prácticas en un hospital de Rabat. Se enamoró tanto del país y de su gente que volvió a visitar el país este pasado mes de Febrero y ya está planeado su próxima escapada. ¡Esta es su historia!
"Al parecer somos muchas las mujeres que renacemos en Marruecos. En mi caso podría enumerar muchas razones; una de ellas es la fuerza que desprende la mujer marroquí. Como estudiante de medicina, he podido presenciar el momento de la vida de una mujer en el que probablemente sea más vulnerable, más poderosa y más mujer: el parto. Supongo que muchas de vosotras recordáis - o imagináis si todavía no sois madres - la emoción de ese momento, la mirada de vuestra pareja o de un ser querido compartiendo vuestro terror ante el acto inminente de sacar a un ser vivo de vuestras entrañas. Tal vez recordéis también una gran lámpara en el techo, pijamas verdes, enfermeras abriendo paquetes de gasas estériles o preparando material quirúrgico. Y sobre todo, esos dos barrotes para poner las piernas que tanto incomodan pero tan útiles para empujar. Vuestra intimidad enmascarada por la tecnicidad del asunto, pero aun así respetada.
Bien, dejadme que os enseñe cómo es la sala de partos en un hospital público de la capital de Marruecos al que acuden diariamente tantísimas mujeres. Después de un mes de prácticas de Obstetricia en Rabat sólo puedo sentir admiración por todas ellas.
Más que una sala de partos es un paritorio porque igual que este se alinean otros 3 boxes contiguos en 3 pasillos diferentes lo que hace un total de 12 mujeres pariendo a la vez con la banda sonora correspondiente.
Imaginemos a Madame que está a puntito de ser madre. En su expresión vemos reflejada su lucha interna contra el dolor y el pánico. ¿Compañía? La de Dios, no se permiten acompañantes. ¿Analgesia? El alivio de estar purificando sus pecados, nada de epidural en la sanidad pública marroquí. Pero ella es fuerte y aguanta. Del otro lado tenemos al/la médico/a que la atiende revolviendo cajones en busca de guantes estériles que al levantar la vista y cruzarse con mi mirada de espanto me responde con un “on fait avec ce qu’on a” (nos apañamos con lo que tenemos). La suya también es una lucha constante de mucho mérito que merece ser recordada y de la que podríamos debatir durante horas.
Y por fin, con una entereza como la que sólo una mujer puede transmitir, agarrándose los tobillos y alternando entre zid zid y saaafi, Madame, exhausta, da a luz a su sexto hijo, por decir un número aproximativo. Es entonces cuando uno entiende que ese brillo en los ojos tan característico sólo puede venir de haber nacido empapados de la fuerza de sus madres.
Pero la historia no acaba aquí, porque al día siguiente de haberse ido a casa, justo el tiempo de ponerse manos a la obra, Madame vuelve al hospital con un plato de rfissa que ha cocinado para el equipo médico como agradecimiento. Y casi por inercia, todo el personal se acaba reuniendo para celebrar y compartir el manjar… porque al final la vida está hecha para celebrarlo todo y no quejarse de nada, y ellos lo saben. Bsha!
Marruecos te hace vibrar porque te reconecta con la esencia de la existencia humana, haciéndote olvidar todos los accesorios que has ido añadiendo a tu vida y que te has empeñado en convertir en necesidades. Y así, sin preaviso, te tatúa una sonrisa y te cambia la vida para siempre".
Si quieres que tu historia también aparezca por aquí sólo tienes que pedirlo. Ponte en contacto conmigo e intentemos entre todos, desde nuestra experiencia personal, transmitir la realidad, buena y menos buena, de Marruecos.
"Al parecer somos muchas las mujeres que renacemos en Marruecos. En mi caso podría enumerar muchas razones; una de ellas es la fuerza que desprende la mujer marroquí. Como estudiante de medicina, he podido presenciar el momento de la vida de una mujer en el que probablemente sea más vulnerable, más poderosa y más mujer: el parto. Supongo que muchas de vosotras recordáis - o imagináis si todavía no sois madres - la emoción de ese momento, la mirada de vuestra pareja o de un ser querido compartiendo vuestro terror ante el acto inminente de sacar a un ser vivo de vuestras entrañas. Tal vez recordéis también una gran lámpara en el techo, pijamas verdes, enfermeras abriendo paquetes de gasas estériles o preparando material quirúrgico. Y sobre todo, esos dos barrotes para poner las piernas que tanto incomodan pero tan útiles para empujar. Vuestra intimidad enmascarada por la tecnicidad del asunto, pero aun así respetada.
Bien, dejadme que os enseñe cómo es la sala de partos en un hospital público de la capital de Marruecos al que acuden diariamente tantísimas mujeres. Después de un mes de prácticas de Obstetricia en Rabat sólo puedo sentir admiración por todas ellas.
Más que una sala de partos es un paritorio porque igual que este se alinean otros 3 boxes contiguos en 3 pasillos diferentes lo que hace un total de 12 mujeres pariendo a la vez con la banda sonora correspondiente.
Imaginemos a Madame que está a puntito de ser madre. En su expresión vemos reflejada su lucha interna contra el dolor y el pánico. ¿Compañía? La de Dios, no se permiten acompañantes. ¿Analgesia? El alivio de estar purificando sus pecados, nada de epidural en la sanidad pública marroquí. Pero ella es fuerte y aguanta. Del otro lado tenemos al/la médico/a que la atiende revolviendo cajones en busca de guantes estériles que al levantar la vista y cruzarse con mi mirada de espanto me responde con un “on fait avec ce qu’on a” (nos apañamos con lo que tenemos). La suya también es una lucha constante de mucho mérito que merece ser recordada y de la que podríamos debatir durante horas.
Y por fin, con una entereza como la que sólo una mujer puede transmitir, agarrándose los tobillos y alternando entre zid zid y saaafi, Madame, exhausta, da a luz a su sexto hijo, por decir un número aproximativo. Es entonces cuando uno entiende que ese brillo en los ojos tan característico sólo puede venir de haber nacido empapados de la fuerza de sus madres.
Pero la historia no acaba aquí, porque al día siguiente de haberse ido a casa, justo el tiempo de ponerse manos a la obra, Madame vuelve al hospital con un plato de rfissa que ha cocinado para el equipo médico como agradecimiento. Y casi por inercia, todo el personal se acaba reuniendo para celebrar y compartir el manjar… porque al final la vida está hecha para celebrarlo todo y no quejarse de nada, y ellos lo saben. Bsha!
Marruecos te hace vibrar porque te reconecta con la esencia de la existencia humana, haciéndote olvidar todos los accesorios que has ido añadiendo a tu vida y que te has empeñado en convertir en necesidades. Y así, sin preaviso, te tatúa una sonrisa y te cambia la vida para siempre".
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Buenos días, ¿cómo hizo Sofía para poder hacer prácticas en Marruecos? Yo estudio medicina en la universidad de Gerona, y me encantaría ir a Marruecos a hacer prácticas en verano, aunque no esté relacionado con la universidad ni me den créditos, me interesa aprender. Gracias, espero que me ayude alguien.
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