Suelo sentarme frente a una cabina telefónica. Y contemplo las bocas que hablan para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad me ha desvenado, los barrenderos moros canturrean tristemente Y las estrellas ocupan su lugar,
Yo acaricio el teléfono
Y le susurro sin usar monedas.
pero vuelve más amenudo!
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