Lo reconozco. Tenía miedo de ir. Ya conocía varias ciudades
marroquíes, había viajado al país en más de 6 ocasiones y vivía allí. Pero
todavía no había ido a Chefchaouen. Tanto marroquíes como extranjeros me decían:
¿Cómo no has ido a Chaouen todavía? ¡No sabes lo que te estás perdiendo!
Chefchaouen, Chaouen, Xaouen... Todo el mundo, sin excepción, hablaba maravillas de ella y, de alguna forma, evitaba ir para que no me ocurriera como con otras
ciudades. Tenía miedo de llegar y que me pasara como ya me había pasado antes
con otras ciudades como Venecia, por ejemplo. Una de las mayores decepciones
que me he llevado en Europa. No quería llegar y terminar pensando: Pues tampoco
es para tanto. Prefería tener idealizada a una ciudad así que visitarla y
marcharme de allí con mal sabor de boca.
Pero, por fin, llegó el día que hicimos la mochila y nos
fuimos a Chaouen. ¡Y bendita la hora! Nada más llegar lo único que se me pasaba
por la cabeza era: ¿Por qué no he venido antes? No es que la gente exagere
hablando de esta ciudad azul, es que cualquier palabra se queda corta. No
importa cuánto hayas leído sobre ella o cuántas fotos increíbles hayas visto. Todas sus preciosas puertas invitan a entrar. Sentir
que estas en Chefchaouen es una sensación increíble. Es como sentirte parte de
algo especial. Rodeada de naturaleza, a los pies de las montañas del Rif. Rincones de ensueño. Su concurrida plaza central Utta el Hammam. Sus mujeres y niñas bajando a lavar alfombras y mantas, como lo hacían nuestras abuelas y bisabuelas, bajo la atenta mirada de locales y extranjeros. Su mirador desde el que contemplar lo pequeña y lo enorme que es la ciudad. Sus colores, azul, blanco y verde. Chefchaouen parece un cuadro, una obra de arte. Sus calles, mágicas y
tranquilas. Su gente, acogedora y cercana. Sus vistas, espectaculares e
inigualables.
Si Marruecos ya es fotogénico, Chaouen… ¿qué os voy a contar? Un paraíso para los amantes de la fotografía. Una ciudad con todo lo mejor de un pueblo. Una medina amable, llena de escaleras y diferente a cualquier otra. Unos amaneceres
que invitan a no dejar de madrugar nunca. Unas calles que te envuelven sin
agobiarte. Un lugar tan acogedor que hasta estando en la calle, sientes que estás en casa de los vecinos. Una maravilla que, sin duda, merece la pena conocer. Una
perla preciosa que, espero y deseo, no pierda jamás su brillo por mucho que el turismo
siga creciendo cada día que pasa. Especialmente ese turismo que sólo sabe admirar su grandeza por la riqueza menos legal de sus espectaculares montañas. La perla del Magreb. La perla que no necesita que se hable de ella; ella habla por sí sola.
En Chefchaouen nos prometimos mi vikingo y yo =) Qué buenos recuerdos <3 Me alegro de que no te decepcionara nada ;)
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