31 de enero de 2015

SI VAS A REGATEAR HAS DE SABER QUE...

Hablar de compras en Marruecos y no hablar del arte de regatear es imposible. Cuando viajas al país vecino son muchos los que parecen preocuparse por ti, pero no por ello se cortan a la hora de pedirte encargos. Ay, pues me podías traer uno de esos pañuelos para el cuello… Ay, pues ya que vas me podías traer henna para el pelo…. Ay, pues si no te importa traerme una cachimba de esas… Como si las cachimbas fueran típicas de Marruecos. Como si comprar y regatear fuera algo apto para todos los públicos.

Si ya cuando entro en España a una tienda pequeña, siento que la dependienta me persigue allá donde voy, podéis imaginar la pereza que me da hacer compras guiris en Marruecos. Cuando vuelvo de un viaje, a menudo pienso: Joé, ¿por qué no compré esto o por qué no compré aquello? E igual que me pregunto, me contesto: porque no tienes la paciencia que hay que tener, hija... Evito hacerlo siempre que puedo o, mejor aún, intento que algún marroquí haga la compra por mí. Eso sí que es infalible.


Y es que, señores y señoras, si tienen intención de hacer esas compras que todo extranjero hace en el Magreb, deben saber que han de tener un tiempo, unas ganas y una paciencia que no conozca límites.  Deben saber que…

1. Da igual todos los consejos y recomendaciones que hayas leído antes para aparentar ser un experto en la materia. No servirán de nada y menos si hablas al comerciante como si tuviera que agradecerte que estuvieras ahí interesándote por los imanes para el frigorífico con forma de camello. Nos llevan años de ventaja. ¿Qué digo años? ¡Siglos! No hay normas, no hay técnicas infalibles. Lo que hayas podido pre-informarte antes de llegar será en vano cuando te encuentres cara a cara, en una lucha frontal, con un hombre que vive de hacer eso cada día. Todo va a depender de ti y de él, de nada más.
  
2. Cuando vayas a pagar no abras delante de todo el mundo la cartera con todos los dirhams que has cambiado para pasar 10 días en Marruecos, va. ¡Demostremos un poco de talento!

3. Nunca, nunca, nunca, bajo ningún concepto regatees por algo que no tienes intención de comprar. Nunca. Jamás en la vida. Como lo hagas se te irá de las manos y terminarás discutiendo por el precio de un producto que ni quieres.

4. Recuerda siempre que él es el marroquí y tú eres el de fuera. Qué él es que vende y tú eres el que compra. Es que siempre salen ganando. Evidentemente, ahí está el negocio ¿no? O… ¿qué esperabas? ¿Que te lo venda a precio de coste? 


5. Las sandalias y los pufs de cuero, las cachimbas, las mochilas, los imanes para el frigorífico no las compran los locales. Las compras tú. Y de la misma forma que en España donde hay guiris se venden figuritas de sevillanas por 8.50€ en Marruecos, lógicamente, venden más caros los productos estrella entre los de fuera. Además, parece de sentido común pero a muchos se les olvida que cuanto más turismo haya en la zona, más alto será el precio siempre.

6. Que la idea de ‘me está engañando’ no te lleve a estar varios minutos peleando por 10 dirhams más o 10 dirhams menos. No seamos cutres, que nos conocemos. Por todos es sabido que los españoles somos igual de gitanos que ellos. Un alemán, un inglés… se lo toma con otra filosofía. Ellos son más de pensar: bueno, estoy de vacaciones. Bueno, se está ganando la vida. Bueno, en mi país pagaría más por esto. Bueno, no importa, me lo puedo permitir. Pero los españoles, aunque a algunos nos cueste discutir por dinero, peleamos igual que ellos hasta el más mísero euro.

7. Háblale en árabe marroquí todo lo que puedas. Te sorprenderá comprobar que eso, de alguna forma, les toca la fibra sensible. Y sé simpático sin resultar un payaso, recuerda siempre que vale más caer en gracia que ser gracioso.

8. Haz como que no te interesa, como que la cosa no va contigo. Y evita ser uno de esos principiantes que van por los zocos con la boca abierta mostrando que soltarán euros por cualquier cosa. Evitemos, en la medida de lo posible, pecar de novatos...


9. Si te está liando y ves que no vas a sacar lo que quieres… entonces haz como que te vas. Espera, espera. Aji, aji. Todas las tiendas venden lo mismo y si no lo compras en esa el comerciante sabe que lo comprarás en la de al lado. Eso sí, si vas a hacer como que te vas, hazlo en serio. No como si fueras una adolescente esperando escuchar eso de: Ven, tontorrona.

10. No olvides nunca que saben español. Y latín. Aparte de catalán, euskera, francés, alemán, inglés, italiano… Así que ojo con esa práctica tan extendida de criticar al que tienes delante porque “no se entera”. ¡Vaya que si se enteran!
  
11. Deja en casa la cara de pardillo y la sonrisa nerviosa. Los comerciantes en Marruecos tienen un radar interno que calcula las veces que has estado antes por allí. Y huelen la inseguridad incluso antes de que hayas salido del hotel. Una cosa es que en esto, igual que en tantas otras cosas, sean más listos que nosotros y otra es que a las 6 de la tarde estés paseando por la calle con más tiendas por metro cuadrado de todo Marrakech y te creas que la frase de “Primer cliente del día, ¡precio amego!” es cierta. Dejemos de darles motivos diariamente para que sigan creyendo que los guiris somos bobos. Por favor, que es muy duro ver a ciertas extranjeros y terminar pensando: ¿Pero cómo no le van a engañar?

19 de enero de 2015

¿QUIÉNES SON LOS HARRAGA?

Si hace unos días hablábamos de los 'buruq3a', hoy es el turno de los 'harraga'.

¿Quiénes son los 'harraga'?

En Marruecos y en Argelia se utiliza la palabra ‘harraga’ cuando se habla de ellos, de los inmigrantes ilegales que embarcan en el norte de África rumbo a Europa en busca del 'paraíso' del que han oído hablar desde que son críos. Seres humanos sin documentación que enriquecen a las mafias, jugándose la vida, para conseguir un futuro mejor.



El término ‘harraga’ deriva de la palabra árabe ‘haraqa’ que describe la acción de quemar algo, de prenderle fuego. Y eso es precisamente lo que hacen al cruzar; quemar el pasado y la frontera, prendiendo fuego su identidad...

11 de enero de 2015

SER CORRUPTO POR UN CAFÉ SOLO

Hace unas horas ha llegado hasta mí este vídeo en el que se pone de manifiesta una vez más la evidente corrupción sistemática existente entre la policía marroquí.

Corrupción entre la policía marroquí como forma de vida, allá donde mires. Una de las grandes lacras que existen en Marruecos, un problema aparentemente difícil de solucionar. Una de esas cuestiones que, sin ser mi país, me hacen sentir profunda vergüenza. Profunda hchouma. Uno de los grandes males de la población marroquí. Un pueblo que es el principal perjudicado de todo esto, más allá de lo que temporalmente puedan padecerlo los turistas. Una policía arrogante, déspota y opresora que antes de empezar a hablar pone la mano. Una corrupción insultante que a veces intenta justificarse bajo el lema "Es que con el sueldo que cobran...". Como si eso te diera derecho a ser un buitre, abusar de tu poder, sobornar y extorsionar a cualquiera que se cruce en tu camino. (Nota para los que no lo sepan. 50dh son algo así como 5€. Ser corrupto por 5€ para repartir entre 2.)


Por suerte, sólo en contadas ocasiones he tenido que presenciar situaciones similares. Una de ellas ocurrió hace pocos meses en Fez, durante la Fiesta del Cordero. Eran algo así como las 5 de la tarde y nos dirigíamos con el coche a dar una vuelta por la medina. Yo era la única mujer española, el resto todo hombres marroquíes, y aparcamos el coche fuera de una de las entradas principales, junto a otros 6 o 7 vehículos que estaban allí estacionados. Como suele ocurrir en estos casos, sin saber de dónde, apareció un policía con su camisa azul, sus pantalones oscuros y sus botas militares. Un policía muy moreno, delgado, larguirucho, con bigote, de unos 55 años. Uno de esos policías a los que, en cuanto ve una matrícula de fuera, se les ilumina la mirada.

Después de un cálido saludo a todos los presentes y sin dejar de sonreír nos dijo: Ahí no se puede aparcar. Mientras se apoyaba en otro de los coches aparcados. ¿Por qué no?, le dijeron. Porque no… Que no se puede. Fueron varios minutos de conversación aparentemente distendida, en los que el agente lo único que buscaba realmente, como viene siendo habitual, es que el pringao de turno le soltara unos cuantos dirhams para dejarnos marchar.


Para mi sorpresa, finalmente dejamos el coche allí y nos adentramos en la laberíntica medina sin haberle dado ni una sola moneda al policía. Después de varias horas de paseo, compras por el zoco, Hawaii y batidos de aguacate volvimos al coche. Y - oh sorpresa - allí estaba el policía. Sentado en una silla destartalada custodiando nuestro vehículo. De nuevo, con una simpatía sospechosa, nos dijo que nos habíamos dejado el coche abierto y que, para que nadie le hiciera nada a nuestro querido tomobil, se había quedado allí  - como buen samaritano – cuidando de él.

Ni que decir tiene que si antes ya esperaba recibir flus, ahora directamente esperaba una jugosa recompensa. Tras varias negativas y viendo que ya estaba perdiendo demasiado tiempo con nosotros terminó por rendirse, no sin antes soltar su última perlita de la noche con cara de corderito degollado. Khouya, ¿ni para un cafecito me vais a dar? Y un garro, le faltó decir. Aunque no soy yo de colaborar con esta lacra, mucho menos llegados a ese punto, he de reconocer que uno de los jóvenes marroquíes - a los que estas situaciones les resultan de los más cotidianas y habituales - le dio varios dirhams. Lo justo para que se tomara un café solo después de una ajetreada tarde sentado al lado de un coche español, velando por la seguridad de sus queridos compatriotas.