Esa es la esperanza no sólo de la mayoría de jóvenes marroquíes, sino de muchas chicas extranjeras cuando
viven en Marruecos. Poder salir a la calle y que no haya ninguna mosca cojonera
haciéndote sentir incómoda.
No hace falta decir que soy una amante incondicional del
país y, precisamente por eso, espero y
deseo con toda mi alma que este tipo de comportamientos primitivos – atípicos
hasta en los documentales de animales - con ayuda de todos y de todas vayan
siendo cada vez menos habituales. Son
sólo una minoría los que con sus miradas, sus actitudes, sus comentarios y sus
gestos llegan a intimidar. Pero son, sin duda, los responsables de la mala fama de los
marroquíes. Son pocos, pero pesan demasiado.
Como comenté hace tiempo, ya estoy
acostumbrada a que la gente me mire por la calle cuando estoy en Marruecos. Soy diferente y me parece natural y
normal que se me mire, por eso no me molesta. Pero una cosa es mirar y otra es ofender mirando. Una cosa es decir un
piropo y otra cosa es conseguir que la chica se sienta agredida con tus
palabras.
‘Os acosan porque vais
provocando’. Justificación típica de muchos y, tristemente, de muchas. Es cierto que más de una
extranjera debería saber mejor a dónde va para adecuar su indumentaria y su
actitud al país que la acoge, pero puedo prometer y prometo que no son ellas
las únicas que sufren el acoso. Ya puedes ir con unos vaqueros normales, una sudadera negra y unas zapatillas, que el pedante de turno te dirá algo igual. De hecho, ya
puedes ir con una chilaba, que habrá algún idiota que te incordie. Y no solo eso, ya
puedes salir del hammam con el pantalón empapado, la toalla al cuello, el pelo
calado y el kohl manchándote la cara de negro que habrá algún plasta llamándote gua-pa con un tono de todo menos
provocativo.
Son las 11 de la mañana y salgo de mi casa para comprar
comida, ¿por qué, después de seguirme con la mirada, tienes que susurrarme algo
al oído? Estoy con unas amigas tomándome un café, ¿por qué no puedo tomármelo
en paz? Estoy dando un paseo por la medina, ¿por qué tengo que andar más rápido para esquivarte? Malak? Vengo de la academia y quiero cenar tranquila, ¿por qué tienes que hacerme el mismo ruidito que le hacen los pastores a las ovejas? Salgo de trabajar y
vuelvo a mi casa a descansar, ¿por qué tienes que andar junto a mí? Está medio tren vacío, ¿por qué
te tienes que sentar a mi lado? Maldita sea. No estoy haciendo nada, no estoy diciendo nada… ¿Por qué no puedo
estar en paz? Baraka, joder. Baraka.
Siempre he dicho que una de las razones principales por las
que me gusta la vida en Marruecos es por la continua acción-reacción, la
permanente conversación, la diaria interacción. Me encanta ser parte de
ello, hablar, dialogar, reír, preguntar, responder, interactuar… Pero algunos consiguen que esa alegría, esa amabilidad y esas ganas de
formar parte del país desaparezcan de un plumazo. Ante ciertas situaciones
es imposible no poner una mala cara, hacer un mal gesto o soltar un insulto más
que justificado. Y es entonces cuando tienes que aguantar que el muy payaso te llame racista. Algo tan recurrente como lamentable; el victimismo
barato. Esta chica ni hace lo que yo quiero que haga ni sonríe ante mi acoso porque es una racista y cree que soy un moro de
mierda. No, hijo, no. No es que sea
racista es que tú eres un gilipollas. Un gilipollas muy pesado, por cierto.
La inmensa mayoría de estos quema-sangre, encima, no hacen otra cosa que molestar. Por mi experiencia, el 95% de las agresiones son únicamente verbales. Se mira hasta perturbar, pero no se toca. Ni te van a
robar, ni van a abusar de ti, ni te van a hacer nada. Sólo están para incordiar, para tocar la moral, para hacerte sentir
incómoda un buen rato, para desquiciarte. Por eso hay días que terminamos perdiendo los nervios, porque no
entendemos qué gracia tiene el insistir por insistir, el hartar por hartar, el fastidiar por
fastidiar.
¿Es esto motivo suficiente para dejar de visitar Marruecos? No, ni de coña. Bajo ningún concepto. En ningún caso. Marruecos es un país increíble con muchísimas cosas que ofrecer pero es cierto que cuestiones tan delicadas como el acoso a la mujer (sólo por el hecho de ser mujer), aunque son muchísimo menos habituales y graves que en otros países como Egipto, siguen estando presentes gracias a una minoría asquerosa, detestable y repulsiva. Sólo queremos salir a la calle y que ningún imbécil nos diga nada… ¿tan difícil es?