Hace unos días salimos a cenar por San Sebastián y, caminando por la calle, escuchamos cómo un joven de unos 30 años, que fumaba con otros 3 amigos en la puerta de un bar, decía: "Es que en cuanto tienes novia parece que todas las zorras tienen hambre". Y tanto él como el resto de la manada, confirmaban la elaborada conclusión. A cualquiera con un mínimo de dignidad, debería chirriarle semejante animalada. Pero, ¿qué pasa cuando intentas luchar contra estos comentarios? Que "odias a los hombres". Tú a ellos, no ellos a ti. ¿Por qué íbamos a odiar a quien nos respeta? No nos subestiméis tanto, anda. Que sabemos y valemos más de lo que os han contado. Os puedo asegurar que, al menos por mi parte, no es odio lo que siento. Es, principalmente, pena por saber que hay gente tan ignorante y analfabeta que cree que el mundo gira alrededor de su pene. Demasiado vacíos para ser tan jóvenes. Y, por otro lado, mucha rabia y mucho asco, por ver la normalidad con la que algunos dicen y escuchan ciertos comentarios que nos arrastran, nos cosifican y nos pisan. ¿A quién llama zorras exactamente? ¿A las que se quieren liar que él? Eso dice mucho a su favor. ¿A las que no se quieren liar con él? Menudo pieza.
No estoy descubriendo América si digo que el machismo está tan instaurado en mujeres como en hombres. Pero las que somos discriminadas, maltratadas, violadas y asesinadas por haber nacido mujeres, somos nosotras. Así que permitidnos que nos duela un poquito más el alma. No les odiamos a ellos, tampoco a ellas. Odiamos al sistema patriarcal que nos ha hecho creer que el machismo es el modo de vida a asumir. La mierda con la que tragar diariamente. Aunque duela, viole y mate. No os odiamos a vosotros, odiamos a la estructura que os ha convencido de que somos objetos de vuestra propiedad. Esa estructura que estamos deseando que salte por los aires.
No os odiamos, os necesitamos más que nunca. Por desgracia, una opinión vuestra como hombres, especialmente en ciertos ambientes, vale más que la nuestra. No porque tengáis más razón, sino porque la decís vosotros. Aprovechadla, usadla y difundidla. No eduques machotes, tampoco sumisas. No enseñes a levantar la voz, tampoco a bajar la cabeza. No seas cómplice de la desigualdad. Cuando estés en el bar con tus colegas y se hable de nosotras como meros objetos que proporcionan placer, ten narices de cortarlo. Cuando en vuestro grupo de WhatsApp se compartan fotos y vídeos de mujeres que no te gustaría que fueran ni tu hermana, ni tu hija, ni tu novia, páralo. No hay huevos. Es muy probable que cuestionen tu masculinidad (o lo que se entiende de ella) por rechazar ciertos contenidos, pero al menos tú sabes buscar esa palabra en el diccionario. Recuerda que las cadenas de chistes machistas terminan en ti. Sí, ya sé lo que estás pensando. No es fácil perder la aprobación de los demás. Pero mientras tú pierdes la aprobación, nosotras perdemos la dignidad y, por ende, la vida. Ya, ya. Ya sé que es muy difícil remar contracorriente y dejar de ser parte de la manada. (Bienvenido al club). Pero esas manadas son que luego nos acorralan, en fiestas y no fiestas, hasta que sólo quedan nuestros restos. Esos restos que, no lo olvides, pueden terminar siendo los de tu hermana, tu hija o tu novia.
Por eso, todas las jóvenes violadas, abusadas y torturadas, todas las mujeres maltratadas y asesinadas por aquellos que nunca aceptaron un no, además de todas las que seguimos vivas, te agradeceríamos que utilizaras tus privilegios, tu posición y tu palabra para luchar en una batalla en la que siempre perdemos las mismas. Te han dicho que te odiamos para que nuestra lucha (que es la de todos) te provoque desconfianza y rechazo. Para que no unamos fuerzas. Pero, como tantas otras cosas, es mentira. No queremos estar contra ti, queremos que estés con nosotras. De tú a tú, no como siempre. Por las que fueron, por las que somos y por las que serán.
No estoy descubriendo América si digo que el machismo está tan instaurado en mujeres como en hombres. Pero las que somos discriminadas, maltratadas, violadas y asesinadas por haber nacido mujeres, somos nosotras. Así que permitidnos que nos duela un poquito más el alma. No les odiamos a ellos, tampoco a ellas. Odiamos al sistema patriarcal que nos ha hecho creer que el machismo es el modo de vida a asumir. La mierda con la que tragar diariamente. Aunque duela, viole y mate. No os odiamos a vosotros, odiamos a la estructura que os ha convencido de que somos objetos de vuestra propiedad. Esa estructura que estamos deseando que salte por los aires.
No os odiamos, os necesitamos más que nunca. Por desgracia, una opinión vuestra como hombres, especialmente en ciertos ambientes, vale más que la nuestra. No porque tengáis más razón, sino porque la decís vosotros. Aprovechadla, usadla y difundidla. No eduques machotes, tampoco sumisas. No enseñes a levantar la voz, tampoco a bajar la cabeza. No seas cómplice de la desigualdad. Cuando estés en el bar con tus colegas y se hable de nosotras como meros objetos que proporcionan placer, ten narices de cortarlo. Cuando en vuestro grupo de WhatsApp se compartan fotos y vídeos de mujeres que no te gustaría que fueran ni tu hermana, ni tu hija, ni tu novia, páralo. No hay huevos. Es muy probable que cuestionen tu masculinidad (o lo que se entiende de ella) por rechazar ciertos contenidos, pero al menos tú sabes buscar esa palabra en el diccionario. Recuerda que las cadenas de chistes machistas terminan en ti. Sí, ya sé lo que estás pensando. No es fácil perder la aprobación de los demás. Pero mientras tú pierdes la aprobación, nosotras perdemos la dignidad y, por ende, la vida. Ya, ya. Ya sé que es muy difícil remar contracorriente y dejar de ser parte de la manada. (Bienvenido al club). Pero esas manadas son que luego nos acorralan, en fiestas y no fiestas, hasta que sólo quedan nuestros restos. Esos restos que, no lo olvides, pueden terminar siendo los de tu hermana, tu hija o tu novia.
Por eso, todas las jóvenes violadas, abusadas y torturadas, todas las mujeres maltratadas y asesinadas por aquellos que nunca aceptaron un no, además de todas las que seguimos vivas, te agradeceríamos que utilizaras tus privilegios, tu posición y tu palabra para luchar en una batalla en la que siempre perdemos las mismas. Te han dicho que te odiamos para que nuestra lucha (que es la de todos) te provoque desconfianza y rechazo. Para que no unamos fuerzas. Pero, como tantas otras cosas, es mentira. No queremos estar contra ti, queremos que estés con nosotras. De tú a tú, no como siempre. Por las que fueron, por las que somos y por las que serán.