(...) El caso es que tengo la
sensación - al menos la sensación - de que empiezo a entender un poco de qué va
esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece.
Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para
vivir con dignidad. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y
ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas
bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una
partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian
el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las
joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las
minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su
propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual
construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en
líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las
huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que creen
que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no necesito casi
nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas
cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. Un par de árboles al otro lado de los cristales y
un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo
y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y
dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu
crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero
toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de
lo bueno. Un instante de belleza a diario. No
estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca,
pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer
amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito
de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo
necesito eso. Casi nada. O todo.
- Ángeles Caso, La Vanguardia
no me guusta nada , solo me encantaaaa!
ResponderEliminarniiiice pictures senorita , enjoooooooooooooy ;) SMAX
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarGuardé este artículo de Ángeles Caso porque me pareció auténtico y que decía alto y claro lo que yo también pienso. Acabo de llegar a tu blog, y tengo que felicitarte. Por aquí seguiré :-)
ResponderEliminaryo pagaría xk hubiera un poquito mas de gente como tu y k sintiera y viera la vida como tu la ves
ResponderEliminarGenial :D
ResponderEliminarpreciosas palabras
ResponderEliminarMuy bonito. Precioso. Asi si.
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