22 de febrero de 2016

AHÍ ES DONDE OCURRE LA MAGIA

Ella es Anabel, del blog "Azul Bereber". Su primer viaje a Marruecos fue el punto de partida para descubrir que otro modo de vida es posible y para aprender a caminar a otro ritmo, más pleno y más consciente. Marruecos despertó sus sentidos y le ha hecho evolucionar hasta un maravilloso punto de no retorno.


"¿Dónde vas? ¿A Marruecos? ¿Tú sola? ¿Estás loca? Esta fue la canción que escuché durante el mes previo a mi viaje a Marruecos (aunque en mi cabeza ya sonaba esta otra). Con el relato de hoy quiero compartir contigo la maravillosa experiencia que viví en Marruecos viajando sola. Viajar sola no significa estar sola. De hecho, para mí fue todo lo contrario.

Recorrí más de 500 kilómetros desde Marrakech hasta el desierto de Erg Chebbi. Aquel viaje apenas duró 10 días, pero sentía que había pasado en Marruecos toda una vida. Me sentía en casa, tenía una extraña sensación de hogar. Me despertaba con el canto de los pájaros, desayunaba tortitas con miel bajo el cielo azul de Marruecos, bebía té a todas horas mientras escuchaba historias… La vida transcurría a otro ritmo.
 

La mejor lección de vida me la dieron estas niñas. Ellas viven en un poblado bereber cerca de Khamlia. Tienen muchas carencias materiales pero os aseguro que su alegría es contagiosa. Viven con intensidad el presente. Agradecen cada sonrisa, cada gesto, cada abrazo de tal forma que hacen que te preguntas lo que realmente importa. Sacuden de manera irreversible tu escala de principios de pies a cabeza. En medio de la nada más absoluta, nada más conocernos, estas niñas me enseñaron más de lo que yo he podido aprender en treinta años. Ojalá no lo olvide nunca. Inshallah!

Me olvidé del reloj y disfrute del tiempo. Tengo la sensación de que allí se multiplica por dos. Me dejé llevar, sin prejuicios, sin expectativas. Me atreví a salir de mi zona de confort y ahí, justo ahí, es donde ocurre la magia. Conocí personas increíbles, me sentí en casa. Compartí sin quererlo momentos inolvidables de otras vidas. Un suspiro de vida que me ha calado hasta los huesos.




Gracias a Alicia y Kada - de Tour por Marruecos - por ser parte de un sueño y por enseñarme Marruecos a través de vuestras miradas. Nunca lo olvidaré.


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8 de febrero de 2016

JAMÁS HABÍA SENTIDO ALGO IGUAL EN NINGÚN OTRO LUGAR

Ella es Nuria, una joven de Granada que con tan sólo 17 años decidió que quería estudiar Filología Árabe. Jamás había estado en un país con población árabe, no conocía a ningún marroquí y apenas sabía nada de su cultura pero ese amor platónico y aparentemente infundamentado le ha llevado, no sólo a viajar al Magreb en varias ocasiones, sino a vivir en Fez durante 6 meses.

"Ya llevaba unos años estudiando la cultura y el idioma pero aún no había estado en un ningún país árabe así que me decidí por el más cercano y me apunté a un voluntariado de actividades de verano. Como cualquier occidental cargada de estereotipos, reconozco que me daba miedo emprender sola esta aventura. Así que lié a mi mejor amiga para que me acompañase y en menos de un mes ya teníamos nuestro billete Almería -Nador en ferry para vivir la que se convertiría en una de las mejores experiencias de nuestras vidas. 
Era nuestro primer viaje a Marruecos y no queríamos visitar las ciudades más turísticas. Queríamos meternos hasta la cocina, como se suele decir. Queríamos vivirlo desde dentro y nuestro destino fue Errachidia. Fueron más de 15 horas de autobús en las que en la cara de mi amiga sólo podía leer: “¿En qué momento me has metido aquí? ¡Maldita la hora en la que te hice caso!”  
Las primeras horas pasaron con mucha ilusión y emoción pero se fueron desvaneciendo conforme las carreteras asfaltadas lo hacían también... Eran las 5 de la mañana cuando, por fin, llegamos a Errachidia. Bajamos del autobús y todo estaba oscuro. No entendíamos a nadie y todo lo que podíamos ver eran hombres a nuestro alrededor. Mentiría si dijera que no sentí respeto al pisar suelo marroquí. Sin saberlo, llegamos cargadas de prejuicios y de estereotipos que los medios de comunicación y la sociedad nos habían estado inculcando hasta ese momento. Pero todo ese miedo desapareció cuando entendimos dónde estábamos. La gente en el pueblo era amable con nosotras, todo el mundo se ofrecía a ayudarnos cuando nos veían un poco perdidas sin esperar nada a cambio. Quizá fue esa una de las cosas que más me costó entender; mi mente occidental no asimilaba que aquella gente me tendiera una mano siempre que lo necesitaba a cambio de nada.  
Apenas habían pasado unas horas y sentía que llevaba viviendo en Marruecos toda mi vida. Jamás había sentido algo similar en ningún otro lugar. Paseábamos por la medina a cualquier hora, dormíamos mirando las estrellas en el patio del colegio, despertábamos con el canto de los gallos, desayunábamos msmen con quesitos acompañado de té, nos duchábamos con un hilo de agua y hacía mis necesidades en un agujero en el suelo. Pero no me importaba. Tampoco que fuese Ramadán y casi ayunásemos porque todo estaba cerrado. Sólo me importaban ellos, los niños llenos de alegría, con ganas de abrazos, de saltar, de reír... Y la energía de un niño marroquí os juro que se contagia. ¡Ay! Recuerdo a mis niñas tan dispuestas, con ese carácter tremendo... Pequeñas mujercitas. 
 
Se suponía que habíamos viajado a Errachidia a ayudar pero si algo tengo claro es que, aunque suene a tópico, aquellas personas con las que convivíamos me daban mucho más de lo que jamás podría darle yo a ellos. Muchos vivían en poblados, a las afueras de la ciudad, en casas sin techo... y su manera de sonreír me hacía replantearme y pararme a pensar en qué es lo que importa realmente. No tenían nada y me lo daban todo. Nunca había visto a gente con tanta vida, con tanta fuera. Y esa energía me la contagiaban... ¡y de qué manera! 
Me acuerdo de todos y cada uno de ellos. Me marcaron y dejaron en mi una huella ya imborrable. Disfruté de la gente, de sus comidas, de su rojo paisaje, de un té con las llamadas a la oración de fondo. Llegué a disfrutar incluso de los 48 grados. Aprendí que la “prisa mata” y olvidé. En Marruecos olvidé el tiempo, los problemas y, aunque suene demasiado bien, me dejé llevar... Porque el valor de las cosas no está en el tiempo que duren, si no en la intensidad con que suceden. Existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables y yo las encontré en ti, Marruecos.  
  
Gracias, Carlota, por dejarme aportar mi pequeño granito de arena en tu magnífico blog. Leerte me transporta directamente a Marruecos y tu manera de explicar las cosas me hace sentir que te conozco de toda la vida. De verdad, gracias".


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4 de febrero de 2016

CUANDO TE ATRAPA LO HACE PARA SIEMPRE

Ella es Julia, una joven madrileña a la que le apasiona viajar, leer y la buena comida. Descubrió Marruecos mientras estaba en la Universidad y fue un amor a primera vista que no ha podido olvidar...


"Marruecos atrapa. Así de simple. No sabes cómo, no sabes por qué, pero cuando te quieres dar cuenta estás enamorada de ese país. De su gente, de su comida, de sus paisajes, de su variedad, de sus olores, de sus colores.

Llegas a Marruecos con ideas preconcebidas, con prejuicios, con todas esas imágenes de los peligros que acechan en las calles marroquíes, productos que nos venden los medios de desinformación. Pero al poco tiempo de llegar, cuando te saludan desde la puerta de una casa, cuando ves la sonrisa de los niños, cuando escuchas por primera vez la llamada de la mezquita, entonces te das cuenta de que lo mismo no tenías ni idea de qué es Marruecos.


Marruecos es un país donde los valores de la familia y la hospitalidad priman por encima de los valores individuales y del dinero. Donde compartir un té es un rito de unidad. Donde la gente esta tan dispuesta a comunicarse que el idioma nunca será una barrera. Marruecos es ese país donde puedes aprender que los más humildes son los más generosos. Es un país donde, y contra todo pronóstico, puedes saborear la libertad mucho mejor que en Europa.


Y aunque convivas solo unos días con la realidad marroquí ya es tarde para volver atrás. Porque Marruecos ya te habrá enganchado. Volverás a tu casa pero no verás el mundo como antes de ir a Marruecos. Y empezarás a preguntarte cuando será la próxima vez que vayas al país vecino. Tan cerca y tan desconocido. Tan desconocido y tan mágico. Tan mágico y tan cerca. 

Yo ya he ido dos veces. Primero diez días y después un mes. Y nunca dejo de pensar en cuando tendré la ocasión de volver al país de los sueños y las sonrisas. A un país que, a pesar de haber viajado por medio mundo, guardo en el corazón con un cariño muy especial. Y es que Marruecos atrapa. Y para siempre".


¡Sigue las aventuras de Julia por el mundo en su blog "Camino Salvaje"!



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