¿Y a ti qué se te ha perdido en Marruecos? Esa es la pregunta
que la gente suele hacer. He de reconocer que la respuesta no es fácil, pero
todo podría resumirse con ‘el nivel de
exigencia’. Cuando estás allí no te llegas a dar cuenta, pero cuando
vuelves a casa es cuando realmente
aprendes la lección. Cuanto menos se necesita, más feliz se es.
Viajar a Marruecos supone no pensar en reservar alojamiento.
Supone no planear prácticamente nada. Supone no comprar cosas que no
necesitas. Supone pagar por los productos lo que realmente valen. Supone tener anécdotas e historias para aburrir. Supone volver a lo básico.
Supone aprender a disfrutar con lo que hay, no con lo que se consigue con
dinero. Supone vivir el día a día, de una forma humilde, pero no por eso menos
digna.
En un país como Marruecos fluyen situaciones que en España
no ocurren ni forzándolas. Mucho menos en Europa. Y sólo alguien que lo haya
vivido entiende realmente lo que quiero decir.
Cada viaje hay miles de cosas nuevas que te llaman la
atención, no importa las veces que hayas ido anteriormente. Unas para bien y
otras para mal, claro. Pero de las malas ya hablaremos más tarde.
El respeto a la gente mayor y el cariño especial a los niños
está siempre presente. La unidad familiar está por encima del dinero y de
cualquier otro interés. Todo el mundo habla con todo el mundo, todo el mundo
ríe con todo el mundo, todo el mundo discute con todo el mundo. Nadie habla de
crisis. La gente es alegre, generosa y hospitalaria. Muy, muy, muy hospitalaria.
Desde este lado del estrecho puede parecer mosqueante que alguien que te acaba de
conocer te invite a comer a su casa con toda su familia. Puede parecer
sospechoso que te pidan que te quedes a dormir esa noche y todas las que vendrán después.
'Quédate un año'. Puede parecer sorprendente que
te regalen algo que realmente necesitan. Pero es que ser generoso es eso; no
dar de lo que te sobra
. Puede parecer inquietante que te invite a su boda el
amigo de esa persona a la que acabas de conocer. Puede parecer raro que el
dependiente de una tienda en la que no has comprado nada te invite a pasar a
tomar el té. Pero en Marruecos pasa todos los días. Está claro que no te puedes
fiar de todo el mundo, pero para eso tenemos el sentido común. Está claro que
no hace falta hablar con cualquiera, pero cualquiera puede convertirse en
alguien especial.
Marruecos es un lugar increíble, y su gente lo es más aún.
Animo, de verdad, a todo el mundo a que se olvide de lo que le han contado, que
‘baje al moro’ - preferiblemente con alguien de allí - y que compruebe lo que hay.
No pretendo que cambie la mentalidad de medio Occidente, sólo quiero que tanto del
país como de su gente se tenga la imagen que realmente merecen. Nada más.