Todos y cada uno de nosotros, desde que somos unos críos, hemos oído hablar del hambre en el mundo, o en África mejor dicho, de la
miseria en muchos países como la
India o de la dichosa beneficencia de Estados Unidos. Ahora
parece que muchas de esas realidades ya no sólo las vemos por la tele sino que,
por desgracia, las estamos sintiendo muy de cerca en nuestro país.
Gente que no lleGa a final de mes, gente que pierde su casa
y tiene que seguir pagándola, gente que no tiene dinero para comprar ropa o
comida… Gente que nos rodea, gente que hace no tanto tiempo vivía de forma
holgada y ahora se encuentra en una situación dramática. Hace ya más de dos
años que fui por primera vez a la Fundación
Escuela de Solidaridad de Granada. Allí conviven personas que
están pasando por una situación difícil y voluntarios que quieren colaborar en
la medida de lo posible bajo el lema ‘Lo que guardé no lo tengo, lo que tengo
lo perdí, sólo tengo lo que dí.’
En esta fundación las comidas se realizan de forma conjunta
en el comedor, la inmensa mayoría de las veces con alimentos que se obtienen
directamente de alguna entidad social. No es justo decir que yo y otros tantos voluntarios hemos podido comer gracias a esas organizaciones, porque
sería muy egoísta por nuestra parte. Pero sí es cierto que mucha, mucha, mucha
gente que conozco no ha pasado hambre por el simple hecho de que ha ido a
ponerse a la cola en un banco de alimentos para tener algo que llevarse a la
boca. Y gran parte de ellos no tienen ni 18 años, joder. Es así de duro. Una mañana fui a uno de esos bancos de los pobres. Pasta, legumbres, pañales....Por suerte lo hice por ayudar, no por necesidad. Y aún así... la sensación es muy jodida, de verdad. Algunos de ellos, niños, es la única realidad que conocen y la ilusión con la que salen corriendo a recibir al camión el día de reparto no es justa. Somos
conscientes de que hay gente que pasa hambre, pero cuando conoces a esas
personas, tu forma de entenderlo cambia totalmente.
A veces cuando hablo de este tema me acuerdo de tantos y
tantos discursos que monjas de mi cole que habían estado en el Congo nos daban.
Pero es que es tan crudo como real. A día de hoy, sabiendo que con la cantidad
de comida que se desperdicia se podría alimentar a gran parte del planeta, esta
fundación y tantas otras tienen auténticos problemas para poder obtener
alimentos y otros materiales de primera necesidad. Los bancos de alimentos
están prácticamente vacíos y la gente tiene que hacer horas de cola para poder
recibir comida. Garbanzos, leche, fruta… no hablo de caprichos. Hablo de
comida.
Como dicen en el programa de Jordi Évole, no es nada fácil
tener que enfrentarse a una situación así. Keny Arkana defiende que la probreza no es deshonra, pero sólo si se
vive con dignidad. Y esa dignidad la damos los ciudadanos, que no se nos
olvide. No podemos perder eso; podemos perder un trabajo, podemos perder una
vivienda… pero si perdemos la dignidad no la recuperemos en mucho tiempo. Y no
podemos permitir que eso nos ocurra.
¿La solución? Muy complicada, es cierto. Pero todo empieza por la
concienciación. Esto es insostenible, y si encima miramos para otro lado
el problema es mayor aún. Tomemos conciencia y actuemos siempre sin olvidar a
esta gente. En vez de comprar la fruta en las grandes superficies, comprémosla
en el mercado más cercano. En vez de comprar regalos de Navidad de grandes
marcas, compremos cosas hechas a mano por gente que conocemos. Demos nuestros viejos libros
del colegio, o juguetes, a alguien que no pueda pagarlos. No tiremos los
yogures el día que supuestamente caducan, hagámoslo cinco días después. Que
nadie se va a morir, os lo aseguro. Y si no los vas a comer, llévalos a alguna
organización de ayuda social que seguro que alguien lo recogerá encantado.
Si
no podemos colaborar directamente con una ONG enviando dinero o si no podemos
viajar a un país africano para ayudar in situ, al menos hagámoslo en nuestra
ciudad, en nuestro entorno… Que no hace falta coger un avión para encontrar gente que está sufriendo. Siempre lo he dicho, y lo repetiré hasta la
saciedad, desde ‘arriba’ nos imponen muchas situaciones complicadas, pero si
encima no nos ayudamos entre nosotros… Apaga y vámonos.