Negro sobre negro. Así es como los medios de comunicación y los psicópatas que creen que el Mundo les pertenece muestran a Irán. Nos lo ponen en siniestra bandeja y, claro, así servido no hay quien lo pruebe.
De lo que no hablan es del Irán lleno de luz, color, agua y jardines. Lleno de rebeldía y de ansias de libertad. Del Irán que se ríe de los ayatolás a partir de la primera conversación formal. (A partir de la primera conversación informal no te quiero contar). Del Irán que es absolutamente contrario al régimen que le oprime. Del Irán que teme y padece las políticas y las sanciones estadounidenses pero jamás criticará a un norteamericano por haber nacido donde ha nacido. Del Irán que se marchó a Occidente hace décadas y, tras hacer su vida fuera, tuvo que dejar atrás nuevos idiomas, nuevos títulos universitarios, nuevas profesiones cualificadas y nuevos miembros en la familia para apoyar y acompañar a sus compatriotas en la involución a la que se vieron sometidos. Del Irán que no puede volver a Irán. Del Irán que se reúne en lugares secretos - con nocturnidad y alevosía - para cantar y escuchar música. Niños, jóvenes, adultos, mayores y música prohibida. Se me ponían los pelos de punta. Música que habla de esperanza, de lucha, de sueños y de libertad. Del Irán que no puede poner la música en voz alta y la pone y baja las ventanillas del coche, delante de la policía, mientras les llama terroristas. "Igual que los que les mandan", dicen. Mientras dibujan sobre su cabeza, con la mano, un turbante.
Isfahán (Irán) |
Del Irán que hace vino en la bañera. Del Irán que monta guateques en casa. Del Irán paralelo, de puertas para adentro. Del Irán que mantiene relaciones sexuales (y no sexuales) antes del matrimonio. Del Irán homosexual. Del Irán que hace absolutamente todo lo que está prohibido. Del Irán harto de la policía de la moral. Del Irán que huye y rehuye de un sistema religioso con leyes medievales. Del Irán en el que en todas las casas hay libros de poesía. Del Irán que lleva a sus hijos a la tumba del poeta Hafez, a leerle sus poemas, ante la atenta mirada y el sorprendente silencio de los más peques. Del Irán deseoso de tratar con el extranjero. Del Irán joven (y no tan joven) al que la República Islámica le provoca tantos dolores como arcadas. Del Irán que te habla, te discute y te argumenta sobre cualquier tema, a pesar de tener restringido el acceso, en teoría, a casi cualquier información. Del Irán que antes salía de casa para beber y entraba para rezar, y ahora sale para rezar y entra para beber. Del Irán cuya arquitectura te deja sin palabras. Y no es una forma de hablar. Del Irán que es, literalmente, un imperio. Del Irán con un nivel de amabilidad, hospitalidad, respeto, cultura y educación que supera a cualquiera del autodenominado Primer Mundo.
Y sobre todo, del Irán femenino. Ese Irán femenino que, con desprecio y resignación, se quita el hijab cada vez que entra a un lugar privado. De ese Irán femenino que, en lugares no-del-todo-privados, te quita el hijab (a ti, como turista que lo lleva también obligada por ley), mientras parece decir: "no me seas más ayatolista que el ayatolá". Del Irán femenino que se quita el hijab en público y, además, lo publica en redes sociales (también prohibidas) pese a las insalvables penas de prisión que eso supone. Del Irán femenino que se rapa la cabeza y dice a la policía: "¿y ahora por qué me tengo que cubrir?" Del Irán femenino que merece todo el respeto, tanto de musulmanes como de no musulmanes. Del Irán femenino que se enfrenta a todo lo que se le pone por delante para vivir de forma digna e íntegra. Del Irán femenino que quiere estudiar tu carrera y no puede. Porque no le deja el Régimen. Del Irán femenino que, hasta ayer, no podía entrar en los estadios. Del Irán femenino que se tiene que quitar el maquillaje para ir a la Universidad. Del Irán femenino que te enseña lo que es, lo que implica y lo que conlleva ser feminista. Con todas sus letras.
Del Irán fascinante que hace ya 4 años descubrí. Del Irán que terminó de cambiar por completo mi forma de escuchar la televisión y de leer la prensa. Del Irán al que volveré una y mil veces. Del Irán al que, algún día, tengo la esperanza, veré libre de prohibiciones. Y libre de imposiciones. De una vez por todas, libre de buitres. Nacionales e internacionales. De los que hablan farsi y de los que están deseando meterles mano.